La provincia de Chubut está en llamas desde hace varios años y las calles se han convertido en escenario de manifestaciones contra promesas incumplidas y derechos pisoteados. Cuando la panza suena las calles deben sonar aún más y nuestra provincia es el claro ejemplo de esto. Mientras unos pocos tienen la suerte de vacacionar en el exterior o visitar paisajes anhelados otros intentan llegar a fin de mes sufriendo el impacto de desastrosas decisiones políticas.
En un año de elecciones, ya se empieza a sentir la especulación de algunos y las promesas eternas de otros. Mismas palabras, mismas promesas, en síntesis, una mala canción que nunca encontró el éxito, o por lo menos no en el bolsillo de la mayoría. Algunos rascan la hoya, otros mandan a hacerlo.
La fotógrafa Magali Druscovich sostuvo desde su cuenta de Instagram meses atrás, “la pandemia dejó en evidencia la interdependencia de derechos humanos. Es imposible pensar el derecho a la educación sin garantizar el derecho a la conectividad y vivienda digna”. Si no hay plata para comer, menos hay para pagar internet y si no hay para internet poco se puede hacer con una computadora o teléfono celular. Suena cruel, suena real.
“Con hambre no se puede pensar”, dice aquella letra de No te va a Gustar. Si una persona no percibe el salario que por derecho le corresponde ¿Cómo paga el alquiler de su casa, la comida, impuestos, medicamentos? No hay tarjeta de crédito que aguante, no hay bolsillo que resista intereses.
Algunos trabajadores de la educación ya se encuentran con el salario normalizado y aunque el gobierno provincial se jactó de eso durante días, no había nada que festejar. Algunas escuelas aún no se encuentran en condiciones edilicias para ser utilizadas, no lo hacían antes, menos lo están en pandemia. Por otro lado, cientos de trabajadores estatales aún siguen esperando lo que se les debe, derechos. Cosa de rangos. Chubut, no lo entenderías.