Hoy en pleno 2021, ¿Cuánta importancia le damos como sociedad a la salud mental? Es desanimador pensar que un alto porcentaje de personas en la actualidad siga estigmatizando las enfermedades mentales.
La depresión es una de las enfermedades mentales más comunes o habituales de la actualidad, junto con la ansiedad, donde aproximadamente un 30% de las personas que asisten a consulta de salud mental la padecen y menos de un 10% de ese número son los que sufren de una depresión grave. Los episodios depresivos, si no son tratados y asistidos adecuadamente, pueden tener una duración entre 5 o 6 meses hasta 2 o más años y, de la misma manera, pueden darse repetidamente a lo largo de la vida. Esta enfermedad se estima que, generalmente, suele tener sus inicios en la adolescencia o la primera etapa de la adultez, pero aun así existe la posibilidad de que despierte a cualquier edad, dependiendo del contexto de cada persona, incluida la infancia.
Como paciente desde hace dos años diagnosticado con F32 o por decirlo a grandes rasgos (basado en la información que brinda el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría) con episodios de depresión grave, tuve que escuchar diferentes prejuicios al respecto. Los más habituales son aquellos que relacionan indiferentemente una enfermedad mental, o incluso asistir a sesiones de psiquiatría o psicología, con la demencia o la locura; así como también, y quizás de manera más naturalizada, aquellos que ven la depresión y la ansiedad como aspectos propios de la etapa adolescente e incluso peor, como una forma o mecanismo que utilizan de los jóvenes para llamar la atención de su entorno.
Todos estos prejuicios al respecto, nacidos mayormente de la desinformación sobre estos temas, generan en personas que padecen alguna enfermedad de esta índole miedo por hacerlo público, ya sea en el ámbito escolar, de trabajo e incluso en el círculo de amistades o el propio contexto familiar. Por ello, siempre se recomienda e informa en las sesiones con psiquiatras y psicólogos a los círculos cercanos de los pacientes que es importante para la mejora y para sobrellevar la enfermedad el apoyo emocional, la comprensión y el respeto, puesto que la depresión, desde la propia experiencia y de vivencias compartidas, es una profunda tristeza, un abismo inevitable del cual la persona no se sabe cómo salir. Es estar encadenado a un sentimiento profundo que arrastramos a donde quiera que vamos y no sabemos cuándo saldrá a flote. Es mirarnos al espejo y sentir que no valemos, que no somos, que no importamos, que quizás sería mejor si nuestro nombre fuera borrado y despertar ya no fuera tan doloroso cada día, aunque en el fondo sepamos que no es cierto. Es estar metido en arenas movedizas y sentir que no tenemos nadie a quien pedir una mano para escapar, y nos sentimos a gusto con esa oscuridad, pero al mismo tiempo abrumados porque no nos deja respirar.
Cuando la depresión aparece produce grandes cuadros de tristeza y una pérdida del interés y el placer respecto de actividades que antes de ello presentaban cierto grado de contento o satisfacción. En ocasiones despierta en situaciones donde nos sentimos indefensos, ante una frase o actitud, un pensamiento, una imagen o cualquier disparador, tanto propio como externo, que nos genere angustia. Esta tristeza aguda puede venir también acompañada de pensamientos intrusivos y actitudes autodestructivas que al ser identificadas deben ser tratadas de manera inmediata, para evitar el desarrollo de una situación grave para quien lo padece.
Los tratamientos para la depresión suelen ser de tipo psicológico y de tipo farmacológico. En algunos casos puede que sea necesario la articulación entre ambos. Al mismo tiempo, es recomendable que el tratamiento sea acompañado por alguna actividad deportiva (caminar, correr, andar en bicicleta, o cualquier otro deporte), debido a la producción de endorfinas y otras sustancias que son buenas para el bienestar y funcionan, si se quiere, como un antidepresivo natural.
Lo importante en estos casos, como con cualquier otra enfermedad o síntoma de salud mental, es tomar conciencia al respecto y romper con los prejuicios cristalizados que, como mencionamos, son perjudiciales para quienes lo padecen, tanto directa como indirectamente. Es necesario, dentro de esta sociedad que avanza a pasos agigantados y donde abunda la ansiedad por lo inmediato, el estrés constante, la preocupación por el fracaso y por la búsqueda de un éxito pasajero, donde predominan las relaciones interpersonales etéreas y superfluas, hacer conciencia de que es cada vez más grande el número de personas que padecen una enfermedad mental y que, en muchos casos, queda invisible ante la falta de conciencia y conocimiento al respecto.
Debemos preocuparnos más por lo que siente el otro y por lo que sentimos nosotros mismos. Debemos ser más empáticos, más solidarios y entender que la salud mental es tan importante como la salud física y que no hay éxito, dinero o aspecto material que pueda ayudarnos a evitarlo o sanarlo.